miércoles, 20 de mayo de 2015

ELLA

Hace ya un año que el ncer se la llevo, pero fue ayer.

Intento dibujar su silueta imprecisa bajo las sábanas desordenadas. Tengo las manos muertas y no consigo resucitar los trazos de mi memoria. Las fotografías que aún conservo de ella se han llenado de un vacío tedioso y para poder continuar en este mundo pétreo y desapacible necesito ese movimiento de su cuerpo que tan tgicamente habita desorientado en mis recuerdos.
Y como todas las mañanas a la hora del levantarme, cuando rozar su mano se convierte en una cuestión inexorable y vital, como una pluma balanceándose sobre la arena, caen las sábanas, marchitas, en un mar que zozobra y desaparece, ella y el ndido despertar de otro día otro día.
Hace ya un año que el ncer se la llevo, pero fue ayer.
Sigo tomando café en su taza preferida, una taza blanca sin lema, tullida. Me siento en la mesa de la cocina y allí también la veo. Con su larga melena castaña recogida con un lápiz. Los ojos adormilados, aunque ya vivaces. Las mejillas templadas por dos pellizcos presumidos y la boca entreabierta preguntándome por qué bebo de su taza lisiada. Porque te echo de menos, le respondo al maldito viento.
Hoes  Domingo,  nada  tenemos  que  hacer  ni  deshacer  nada  que  no  esté deshecho ya. Leer los periódicos entrelazados en el so. O descontar viejas historias de nuestros viajes. O qué yo. El día puede durar lo que desees que dure, lo único que pido es que no te desvanezcas. Descorazonador, orea las cortinas hinchándolas de vida y arrancándosela de súbito, que en el silencio de la soledad tu susurro me lo arrebate el mismo viento que me lo trajo… Y desapareces lánguidamente entre mis brazos. Y otro día que me sobra caféotro a.
Salgo a pasear por la arena firme y húmeda de la playa. Te veo a mi lado, sonriendo, y son tan vivos los trazos del movimiento de tu cuerpo que yo también me creo en otro mundo, muerto. Cogidos de la mano sincronizamos nuestra respiración. Volamos  sobre  un  mundo  que  mira  asombrado  la  melodía  simétrica  que  forman nuestros cuerpos. Nuestras vidas son sencillas palabras escondidas en complicados versos y la memoria y la ilusión conviven en un charco como ondas itiles a merced de un sol implacable, que a ojos de nadie, desaparece lentamente y sin hacer ruido. Y como tal, tu figura se evapora.
Aletargo mis pasos y dejo de andar. Mi respiración se sumerge otra vez en la mediocridad de su existencia. Inhalar recuerdos. Exhalar silencio.
La sal de la brisa recorre adormilada mis venas en busca de un dulzura que recuerda de hechos cotidianos sin dejar de preguntarse ¿porqué no me llevaste a mí? Y a veces, como un espasmo mioclónico, he de comprobar mi pulso para saber a qué mundo pertenezco.
Vuelvo sobre mis pasos. Sus huellas permanecen todavía marcadas en la arena, al lado de las as. ¡Maldito ncer! ¡Maldito Mar! ¡Qué sin avisar te la llevaste! ¡Qué borras sus huellas de la arena firme y meda de la playa!

Hace ya un año que te la llevaste pero fue ayer.
Y me resigno. Y vivir es inercia. Y te maldigo y me maltrato. Y te odio y te amo.
Veo claras tus manos, esas manos con las que te agarrabas a la vida y al cojín que sin pretenderlo fue un escudo firme ante el horror por la desesperación de algo que ha de venir pero no llega. Ahora soy yo quien se aferra a ese con. Lo palpo y encuentro esas manos, siento sus huellas y el dolor húmedo de unas lágrimas que todavía no han cicatrizado. Lo estrujo contra mi pecho hasta que traspasa mi alma y se funde con el vacío que dejaste. Por un instante volvemos a ser uno, igual que antes, hasta que inevitablemente cae la tarde y tus señas desaparecen, volviendo el cojín a su estado original. Abro los ojos y retorno al punto de partida, justo cuando a ti se te fue la vida y yo la perdí.
Qué alegres caían mis camisas sobre ti y que mustias se han vuelto sobre . Ya no me miran y sus mangas apenas hablan sobre el ya deshabitado lado derecho del armario. Sólo intentan, desde su oscuridad siniestra, imaginarse cuando, como si de una sola piel se tratara, moldeaban tu figura y presumían delante de aquel vestido verde que ahora se pudre bajo tierra. Y se recogen, se doblan abatidas bajo el aroma que les dejaste impregnado.
Mi primera letra. Mi primera palabra. Mi primer beso. Mi primer poema. Mi primer amor. Si vivo más tu muerte que mi vida dime, ¿y ahora cómo? ¿Y ahora qué?
Hace ya un año que el cáncer se la llevo. Pero ha sido hoy. Y será mañana. Y será eterno.                           

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