TODOS SOÑAMOS,
incluso el ropero (mini sueños)
Tengo el ropero en huelga:
Las camisas me
hablan con desprecio e ironía y a la que me giro me regalan un corte de mangas.
Las camisetas, en un acto emotivo y disciplinar, se arrancaron del pecho la
marca como si fueran unos galones militares y se desbocaron irreparablemente el
cuello (eso me revienta y lo saben). Los pantalones y los trajes, creía yo más
civilizados, se fueron por la tremenda en su busca sin individuo interior que
los gobierne. Los zapatos se desparejaron y llevan dos días en huelga de hambre
(en este caso de pies), se volvieron chicos o yo no sé qué pasó pero no me
caben los pies en ninguno de ellos.
En esta situación tan lastimosa e
inhumana llevamos dos semanas.
Hoy encontré una
nota en la puerta del ropero (la letra la reconozco, es de una camisa verde que
hace años que no me pongo. Rencorosa): Ninguna pieza de tu (mi) vestuario se
prestará a tu (mi) cuerpo hasta que ella y sus vestidos junto con los zapatitos
de tacón, vuelvan.
Yo, contranoteé: A la camisa verde que
hace años que no me pongo (ahí le duele), en calidad de portavoz de los
huelguistas. Con llamarte ignorante me quedaría corto. De buena gana me
gustaría verte disfrutar dentro de un ropero repletito de fantasías de mujer, pero no me toques la huevera porque de la misa no sabes ni la mitad. De
primeras te digo que esa no vuelve por aquí (maldita la hora). Bonita cara se
te iba a quedar cuando vieras aparecer sus vestiditos de seda y detrás de ellos
las camisas del otro. Así que dejémonos de joder y atiende a la oferta que ofrezco
y que considero justa: Ustedes deponen su actitud infantil y arropan mi cuerpo como
es debido. A cambio, yo les prometo comprar un par de vestiditos de noche para
calmar su aflicción y cargo completamente con la deshonra de los cuernos.
Contranota de los huelguistas a mi contranota: No hay
trato. No queremos otros vestidos que no sean los de ella. Y con los cuernos ya
contábamos que cargaras tú, son consecuencia de tus actos, o es que pensabas
que la camisa blanca, compañera y amiga, con el cuello mancillado de por vida
de carmín no nos iba a contar tu ‘affaire’ nocturno del mes pasado con la
secretaria de tu jefe. Valiente ignorante.
TODOS SOÑAMOS
con mariposas (mini sueño)
Dicen que si una
mariposa bate sus alas en una parte del mundo en la otra se destapa un
huracán. Yo lo creo. Les cuento:
Comparto
despacho con una mariposa de la que estoy perdidamente enamorado desde el
primer día que entró al servicio de la consultora. Durante las horas de trabajo
apenas hablamos, cuatro frases de temática profesional, cinco buenos días y
cinco buenas tardes (para otro que no sea yo, nada que leer entre líneas. Yo de
estas frases saco vidas y destinos).
Las únicas veces que me doy el gusto de
asentar la posibilidad real de que grabemos juntos un mensaje en el contestador
telefónico de mi casa (sueño con que sea ‘nuestra casa’) son los viernes a la
tarde cuando toda o gran parte de la plantilla (somos siete y ella ocho.
Aclaro: hay más mujeres pero yo no tengo más ojos), celebramos el finiquito de
la semana laboral tomando unas cervezas en la Gaviota.
Allí las miradas son distintas, las
palabras también; de ahí las dudas que últimamente no me dejan dormir (¿o será
que leo demasiado entre líneas?)
El lunes llegó
Claudio con dos confidencias: la primera, que se divorcia (no me extraña, es un
charlatán de cuidado y seguro que se le escapó delante de su mujer contar sus
propias infidelidades). La segunda (la que me atañe): la Avellaneda se marcha,
encontró un trabajo mejor remunerado (con poco; no creo que buscara mucho).
El viernes es su último día y no puedo
quedarme con esta carga aquí dentro.
Martes: escribo el borrador con la
posible conversación que podamos tener.
Miércoles: lo corrijo y matizo algunas
de sus respuestas (por supuesto, todas favorables a mis deseos).
Jueves: ya con el borrador pasado a
limpio y memorizado, dedico la tarde a trazar un plan en el cual podamos privatizar
una conversación y a repetirme mentalmente frases que motiven mi valor y auto
estima, que falta hace.
Viernes: el gran día. En la mañana
cambié dos veces de camisa (menos mal que conté con el factor nervios y me llevé
un par de repuesto). A la tarde, ella pasó por todas las mesas despidiéndose de
todos los compañeros, me dejó para el último (es una señal).
Un abrazo. Dos
besos. Fue un placer trabajar contigo, me dice. Podemos hablar en privado, le
digo.
Salimos para la
Gaviota (antes de salir, Claudio me guiña un ojo; yo también creo que lo tengo
hecho). Nos sentamos a una mesa y pedimos dos cafés. Ella bebe el suyo. Yo no
puedo ni tocar el mío, me tiemblan hasta los huesecillos del oído.
Allá voy:
-Te quiero. Sé que te quiero. Pero no te
quiero porque te quiero. Te quiero porque ahora sé lo que quiero que es
quererte como te quiero (para esto un borrador. Quedé herniado).
-¿Cómo que me quieres? Sabía por Claudio
que te gustaba pero, ¿querer? En serio.
-Con las cosas del querer (más si son
las mías) no bromeo. Ten en cuenta que llevamos trabajando juntos dos años. Me
gustaste los seis primeros meses después surgió el amor, unilateralmente, pero
surgió.
-En esta relación, por llamarlo de
alguna manera, me llevas demasiada ventaja.
-No me importa esperar.
-Ya... Pero yo tengo novio.
-No lo sabía (maldito Claudio).
-Hace tres meses… Si me lo hubieras
dicho antes…
-Y ¿cómo se sabe cuándo? Uno ataca
siempre en la desesperación y ésta siempre llega en el último momento… Es lo
que tenemos los seres humanos, buscamos la aguja cuando el pajar está en llamas.
El silencio duró
una eternidad o se me cayeron los tímpanos y a la mierda se fueron el yunque,
el martillo y el estribo (qué coño hace un estribo en mi oído).
Apuró el café,
se disculpo sin tener por qué, desplegó sus alitas de mariposa y salió volando de
mi vida laboral. Yo salí a la calle destrozado, primero por la negativa de la
que sigo pensando es la mujer de mi vida y segundo, porque en la otra parte del
mundo las iban a pasar putas por mi culpa. Pobres chinitos, no sabían la de
aire que se les venía encima.
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