Me hace pensar
que este hecho tan simple e intrascendente de pasar los días en vilo sea más
que una simple casualidad. Como esas cosas que a la tarde hablamos y nada dicen:
el tiempo, las llaves, el maullar ralenco de los gatos en celo, la cosecha
anticipada. Nada que ver con la perorata que mantienen los ojos, nos miran como
si no fueran nuestros: hoy vemos deseos. Mañana, quizá crucemos líneas.
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No. No me atrevo a reconocérselo: Soy adicto al dióxido de carbono.
Por eso, en las noches que enloquezco,
la beso mientras duerme.
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Los dos la amábamos. Yo a ras del suelo. Él, donde fuera.
Yo le robé un beso. Él, sólo por
joder, se saltó la primavera.
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Temo ser feliz un día y que al
otro se borren mis palabras.
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Qué triste.
No debernos nada: ¿nada? ¿Ni un
verso al misionero?
Más triste.
Nada devolvernos. ¿Ni una arandela
ni un cd?
Peor aún.
Dejarnos. Dejarme dos tatuajes en celo:
De un lado: y ahora quién. Del otro: y ahora qué.
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