Ya nadie presto oídos al pasado:
A mí me dolía, estaba demasiado presente.
Para ella, ni yo ni él, teníamos futuro.
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Yo le hablé del futuro.
Ella cambió el tiempo.
Ella dijo adiós.
Yo no la entendí.
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El pasado irremediable.
Las doce. El reloj grita una y otra vez cada hora.
Testigo metódico, constante, asqueado. Siempre sincero.
Aburrido, sempiterno, trágico nunca mortal.
Camina a buen paso, tic tac, en busca del norte, de ti, de mí, tal vez de nosotros.
En un lugar distinto o no de un tiempo que nos merecemos.
Vuelven a dar las doce. Hoy, el pasado es un presente constante dentro de un camino circular.
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