CACHIVACHES
A cierta edad prescriben las
heridas. Y las arrugas a la experiencia y la experiencia al tiempo; en él convivimos
expectantes bajo la singladura de sus juguetonas manecillas como gigantescas
cicatrices de fuego y arena asustadas del agua. Pero sólo en este número, hasta
el próximo giro, después, todo es eterno.
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Me gusta terminar mis cartas como
si empezáramos una conversación infinita.
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Ayer me tragué mis principios.
Hoy ya me puedo bañar.
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Creo, por experiencia, que tras
la hoguera apenas quedará nada. Ni cenizas ni humo. Sólo frío, mucho frío.
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Tengo un cuerpo incoherente con
sus definiciones, un alma paralelamente opuesta a su espíritu y un pequeño
corazón lleno de un gran vacío.
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Hasta el latir de los párpados
teníamos sincronizado. Una lástima que al cruzarnos estuvieran cerrados.
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Tú no lo sabes, pero eres la musa
ausente de mis palabras. El eco vespertino de mis sueños y, al despertar, la
mirada fija en el suelo sin un recuerdo con el que construir el día.
Me encantan estos cachivaches tuyos, todos, así pues, prefiero no elegir lo que no es dado a ser elegido.
ResponderEliminarUn beso.
Enormemente hermosas tus palabras, Marinel, como siempre. La vida es una constante elección y mis palabras no iban a ser menos.
ResponderEliminarUn beso.